Mis ojos me pesaban. No podía abrirlos.
Lo intentaba pero, nada. Escuchaba sollozos a lo lejos, escuchaba disparos, y
también discusiones. Mientras más andaba, más oía esos sollozos y, mis ojos, me
pesaban más todavía.
No podía
abrirlos, sentía agobio, ira y desesperación. No sabía cómo hacerlo. Alguien me
tocó el hombro, no me giré, me quedé de piedra, no sabía qué era lo que estaba
pasando, ya que, no podía ver nada.
Su voz, grave y adulta, interrumpe mis pensamientos:
-¿Tú tampoco puedes abrir los ojos?
Me giré y le dije:
-No, señor. ¿Por qué me pasa esto?
-Porque no quieres ver la realidad en la que vivimos.
En eso, intento abrir los ojos, no sé
cómo pero lo conseguí.
Me desperté
y pensé en ello. Era verdad, no quería ver la realidad.
No quería ver el infierno en el que vivimos,
pero no podía dejar de verlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario