El rincón de los lectores del IES Gabriel Miró
miércoles, 30 de junio de 2021
Poemas escondidos: Hoy "Examen sorpresa", de Diego Sánchez Aguilar.
jueves, 3 de junio de 2021
Poemas escondidos: Hoy, "Temblores", de Ángel Paniagua, comentado por nuestra alumna Paula Cámara
En las nubes del Alba (Premio Murcia Joven de Poesía 1989, Universidad de Murcia, 1990); Si la ilusión persiste (ERM-Tres Fronteras, 1991); Treinta poemas (Comares/Postdata, 1997); Bienvenida la noche (2ª edición, corregida y aumentada, de Si la ilusión persiste, ERM-Tres Fronteras, 2003); El legado de Hamlet (Renacimiento, 2003); Una canción extranjera (Premio Antonio Oliver Belmás, ERM-Tres Fronteras, 2004); Gaviotas desde el «Ariel» (Premio Villa de Cox, Pre-Textos, 2005); Monólogos en el vacío (Ediciones del 4 de agosto, 2011). También ha publicado la traducción al castellano de Focs d'octubre del poeta catalán Francesc Parcerisas (Fuegos de octubre, Linteo, 2008).
Temblores
Esas tardes que pueden ser cualquiera
y ninguna, esos cuadros que ya has visto
cuando los miras por primera vez,
esas casas de luz y esas atmósferas
de viento que delatan la cercana,
violenta plenitud de una borrasca.
El aire, en fin, que siempre nos señala
con sus dedos de hierro en los tejados
la dirección que siguen las cigüeñas
hacia otra estación y otro paisaje
más cálido que éste donde aún
seguimos empeñados en buscarnos.
Esas tablas pintadas y esos pájaros,
cuyo ser sin esfuerzo se demora
un momento fugaz ante nosotros,
indican el camino de la única
manera de vivir que deberíamos
envidiar y anhelar en vez de ésta
tan vieja ya y deforme que nos huye.
Para Paula Cámara, este poema hace referencia a una sensación de paz, haciéndonos recordar nuestros recuerdos más placenteros, bonitos… Además una cosa que le ha gustado mucho, ha sido la fluidez entre estrofas y versos, cada verso concordaba mejor con el anterior. Nos recuerda, además, lo insignificante o importante que puede llegar a ser una tarde cualquiera, con detalles tan bonitos como la dirección que siguen las cigüeñas en el cambio de estación. Compara las vidas de los humildes pájaros con las nuestras, diciendo así, que deberíamos de envidiar la manera de vivir en vez de la nuestra, vieja y deforme.
domingo, 23 de mayo de 2021
Poemas escondidos: "Noche de verano", de Joaquín Juan Penalva, comentado por nuestra alumna Sofía Marco.
Joaquín Juan Penalva |
viernes, 14 de mayo de 2021
Poemas escondidos: hoy "Calostros", de Bibiana Collado, comentado por Miguel Ángel Girona
Bibiana Collado |
En el ámbito de la escritura poética ha obtenido los siguientes reconocimientos: Premio Voces Nuevas de poesía, organizado por la Editorial Torremozas (2009); Premio Universidad de Valencia de Escritura de Creación, en castellano (2009) y en valenciano (2012); XXXIV Premio de poesía Arcipreste de Hita (2012); accésit del Premio Adonáis (2016) y Premio Complutense de Literatura 2017.
Para Miguel Ángel, en el poema, la autora recuerda a su madre cuando le decía que se tomase la leche pero a ella no le gustaba nada. Entonces cuando ve un vaso de leche se acuerda, con ternura y nostalgia, de la frase que le decía: un vasito de leche y a dormir.
También el tono nostálgico y evocador que reina en todo el poema, ya sea para recordar buenos o malos momentos: vinieron la sed y los viajes y los cuerpos y las bifurcaciones, mostrando así una época ya pasada con su familiar y que ahora ya no está.
Calostro
Nunca me ha gustado la leche:
el tacto del cuajo en el paladar,
su lento y caliente descenso
hacia el interior de la infancia.
La fe nutricia de las madres
sostuvo a la mía en la lucha
contra mi terca negativa.
Monjas y pediatras se comportaron
como artilleros
en la perdida batalla del gusto.
La insistencia del mundo reforzaba
la vehemencia de mi rechazo.
Sus tibias órdenes tan solo
lograban adensar el líquido
en mi garganta,
cerrar la esponjosa niñez
de mi barriga,
incapaz de ingerir la láctea
blancura y su promesa.
El recuerdo del hambre,
tenazmente agarrado a los huesos,
convertía la mala digestión
en una variable inconcebible.
-Quien hubiera tenido leche a mano
en aquella época-
susurra una de mis abuelas,
al fondo.
Pese a todo, el tiempo empuja
y mi pequeño cuerpo alambrado
fue adquiriendo, poco a poco,
la fortaleza
destartalada
del imparable crecimiento.
La juventud me libró del regusto
fermentado de aquella infancia
y me hizo creer
que los blandos guardianes
de la primera edad
ya no eran necesarios.
Los huesos, que nada sabían
entonces de falta de calcio
ni de vulnerabilidad
ni de lo que será quebrarse,
mostraban la pujanza de la vida,
el vibrante deseo de ser.
Vinieron la sed y los viajes
y los cuerpos y las bifurcaciones.
Empecé a tener miedo,
no de los dragones y sus escamas
brillantes, sino de mí misma.
Después de deshacer el mundo,
decidí construirlo.
Maduré, quién sabe.
Lo único cierto es que
nunca me ha gustado la leche,
tampoco ahora.
Y, sin embargo,
si aprieto muy fuerte los ojos,
solo pienso en cuánto me gustaría
escucharle decirme una vez más:
“un vasito de leche y a dormir”.
jueves, 6 de mayo de 2021
Poemas escondidos: Fernando Mañogil nos regala un inédito que comenta nuestra alumna Aroa Carracedo
Fernando Mañogil |
A partir de este momento siguió escribiendo sobre temas variados como distintas etapas de su vida y problemas sociales. Finalmente oposita y aprueba para trabajar como profesor de Lengua Castellana y Literatura. Actualmente, trabaja en el IES Remedios Muñoz de Los Montesinos.
Para nuestra alumna Aroa Carracedo, el poema me transmite cierta súplica y melancolía acerca de una persona a la que el poeta mismo añora y recuerda de forma triste. Me da la sensación de que es una persona por la cual siente un aprecio inmenso. Transmite pasión y frustración al leerlo, ya que sientes su ansia por volver a ser querido. Pero a la vez, sientes el vacío que le llena en ese momento al autor, al recordar la presencia de esa persona. A Aroa le gusta mucho la forma con la que transmite su melancolía al enredarse en todos los recuerdos de su aparentemente enamorada situación.
viernes, 30 de abril de 2021
Poemas escondidos: "Valencia, 10 de junio", de Elia Saneleuterio Temporal, por Salma Jover
Elia Saneleuterio |
Elia Saneleuterio es doctora en Literatura Española, licenciada en Filología Hispánica, maestra en Educación Infantil y máster en Investigación en Didácticas Específicas, especialidad de Didáctica de la Lengua y la Literatura.
jueves, 22 de abril de 2021
Poemas escondidos: "Los domingos", de Luis Escavy, por Lola Ferrández
jueves, 15 de abril de 2021
Poemas escondidos: "Viernes 17 de noviembre de 2017", de Begoña M. Rueda, por Ana Correas
Begoña M. Rueda |
martes, 13 de abril de 2021
Adolfo Lizón: especialista oriolano en la obra de Gabriel Miró
Como intento por hacer justicia a esta figura, compartimos un vídeo sobre su labor filológica y literaria, así como el enlace en el que se puede consultar toda la obra de Adolfo Lizón, digitalizada por la Biblioteca Pública Fernando de Loaces.
Del mismo modo, este jueves 15 de abril, a las 19:30 h. en la Biblioteca Pública María Moliner se presentará el libro Adolfo Lizón y los de su tiempo, que ha sido editado por la Fundación Cultural "Miguel Hernández" y que contará con la presencia de la hija de Adolfo Lizón, Dña. Elena Lizón - Respaut. En definitiva, una oportunidad para conocer la labor de dos figuras literarias cuyo trabajo se centró en Orihuela.
Vídeo sobre exposición de Adolfo Lizón
Acceso a la obra completa digitalizada de Adolfo Lizón en la Biblioteca Fernando de Loaces
jueves, 8 de abril de 2021
Poemas escondidos: "Hijos de la Bonanza", de Ben Clark, por Ana López
Ha recibido diversos premios literarios entre los que destacan el Premio Hiperión 2006 ex aequo con David Leo García, el VII Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande.
Uno de los poemas más conocidos de Ben Clark es "El fin último de la (mala) literatura", publicado originalmente en La mezcla confusa (2011) y que se viralizó a finales de 2011, alcanzando una gran difusión en redes sociales. Entre 2002 y 2012 mantuvo una columna semanal en catalán en el Diario de Ibiza y ha colaborado con entrevistas y artículos para otros medios como El Mundo, La Vanguardia o El País. Ha traducido a los poetas Anne Sexton, Stephen Dunn y Edward Thomas, y al narrador estadounidense George Saunders. Su obra aparece en diversos recuentos y antologías de la poesía reciente.
HIJOS DE LA BONANZA
«Hijos de la bonanza», nos llamaban.
Los que no conocieron ni la hambruna
ni las agudas larvas de estridencia
chillando en el oído por las bombas.
Y cuando nuestras piernas, tan delgadas,
caían y sangraban porque el parque
era de un hormigón armado y frío,
se quedaban callados, observando
nuestro llanto con un gesto de sorna.
Debíamos vivir y dar las gracias
por la ocre rozadura en la garganta
que provocaba el aire al refugiarse.
Agradecer las flechas de las nubes
y que un fango lechoso a nuestros pies
–en un último gesto agonizante–
le mordiera las botas al progreso.
¿Y cómo agradecerles la alegría?
La risa provocada por los hombres
inocentes del mar
cuando se encaminaban hacia el río
dispuestos a bañarse entre excrementos.
También estaba el tedio
de tener que explicarles a los niños
palabras como pueblo indio, oso
pardo, ballena azul o lince ibérico.
Pero esto eran minucias, sacrificios
en nada comparables al sufrido
por aquellos que ahora nos decían
hijos de nuestra sangre, tan severos.
Aunque, a veces, es cierto, no fue fácil,
simplemente intentamos ir viviendo.
Haciendo caso omiso a los escrúpulos,
al vacío que moraba en nosotros,
hijos de la bonanza;
los hijos de los hijos de la ira,
herederos de todos los despojos.
Para Ana López, el poema le transmite tristeza, por las referencias a la miseria por la guerra y el hambre. Para ellos la pobreza era tener que bañarse en excrementos por no tener recursos para poder tener agua o comida, o tener que explicarle a sus hijos palabras que no sabían por no tener escuelas o personas que les enseñaran.
viernes, 2 de abril de 2021
Poemas escondidos: "Las ramas del azar", de Constantino Molina, comentado por Roberta Onaca y Trino Fernández.
Constantino Molina |
Qué bellos se mantienen
viviendo sin cuidados, sin podar,
estos almendros
que el olvido ha cargado
de nuevas ramas.
Van creciendo al azar, desatendidas
de la mano del hombre.
Crecen en el desorden armonioso
de la naturaleza,
en búsqueda perpetua tras la vida
y nunca cesan. Crecen
y crecen estas ramas
sembradas como están de alados pájaros,
y la hoja quiere ser ala que vuela
con el aire metido entre sus pliegues,
y con él se deja ir en el otoño.
Qué bellos se mantienen
estos almendros.
Y, sin embargo,
qué inquietante saber que la belleza
que ahora se les concede
es también la condena
de entregarse a una vida más efímera.
Para Trino, este poema trata sobre algo que las personas han descuidado, los almendros, ya que después de dar flor y fruto se quedan secos o por otra parte se le puede referir a la primavera porque en esta época los árboles que no se cuidan crecen sin cesar. El poema le ha parecido difícil de entender, aunque no por ello, le ha dejado de parecer bonito.
Por su parte, para Roberta, es un poema que le transmite sentimiento de empoderación e independencia ya que habla de unos almendros los cuales no son cuidados y aun así siguen creciendo y viéndose bellos, lo que le hace sentir que a pesar del descuido, ellos siguen creciendo independientemente.
jueves, 25 de marzo de 2021
Poemas escondidos: "Hoy ha muerto mi abuela", de Antonio Aguilar, comentado por Stefan Alexandru Bitu y Andrea García
Antonio Aguilar Rodríguez |
Por su parte, para Andrea, en el poema se ve reflejado un sentimiento de tristeza, mucho dolor e impotencia por parte del autor, ante la situación que vive durante esa etapa de su vida, debido a la pérdida de un ser muy querido por él, su abuela. Podemos percibir que este experimenta gran ira y malestar, intensificado en concreto por la actitud del sacerdote, que parece burlarse de su intenso dolor, ojeando el móvil en plena homilía y restándole importancia a una persona que apreciaba y amaba con locura.
HOY HA MUERTO MI ABUELA
Hoy ha muerto mi abuela,
un ser pequeño, exangüe,
horizontal.
Una sábana blanca y una mantilla,
que alguien le regaló en vida,
tapaban su cuerpo enjuto.
No estaba hermosa.
No se podría decir que estuviera en paz.
Estaba allí simplemente
a expensas del dolor.
Todos sabíamos que aquel cuerpo
era el cuerpo sin vida de alguien
a quien habíamos amado,
a quien habíamos conocido,
de quien habríamos oído hablar en algún momento.
Observé a través del cristal
su nariz pronunciada por la delgadez extrema,
los pómulos descarnados,
la piel flácida.
Un ser único e irrepetible,
frente a esa masa informe
que poco a poco iba llenando la sala de espera,
diluyendo el dolor
en un dolor compartido en fracciones minúsculas,
en porciones de un pastel de cumpleaños.
Luego en la homilía
al cura le sonó el móvil.
Un hombre obscenamente gordo
que levantaba los brazos
como marcando unas comillas imaginarias
sobre la palabras de dios.
Tan sólo en una ocasión citó su nombre,
y luego habló de un padre y un hijo,
-de Agamenón y de Ifigenia-,
habló de cosas extrañas
que en algún lugar
dentro de muchos años
tendrán sentido,
cuando ya no nos importen,
cosas que se esclarecerán para tener algo que ver
con los que estábamos allí,
con la que estaba allí,
frente al altar,
dentro de la caja cerrada.
No dijo que el dolor era como un eclipse,
que llega poco a poco,
que lentamente da su bocado seco,
que luego se aleja dejando un rumor
de hojarasca pisada,
que es áspero como una cicatriz.
En aquel momento, en mitad de la homilía,
sólo sentí el estómago vacío,
los pies cansados,
nada que ver con mi abuela,
nada que ver con nadie que estuviese allí,
y aún menos con aquel hombre
que miraba la pantalla de su móvil
mientras recitaba los Evangelios
de una memoria aburrida y monótona.
No dijo que el dolor nada tiene que ver
con quien lo provoca,
que el dolor es cosa nuestra.
Más tarde en el coche
me eché a llorar,
me eché a llorar por mi abuela muerta,
mientras sonaba la música
en el coche
de vuelta a casa, solo,
con esa emisora,
escuchando el adagio de la sonata II
para viola de gamba y clavecín
de Juan Sebastián Bach.
Lloré por mi abuela
en el coche
de vuelta a casa, solo,
cuanto no había llorado por mi abuelo,
al que quise con locura,
como el amor que hay entre dos amantes.
Lloré por mi abuelo.
Lloré por mi abuela.
Lloré por mí.
Espacios estancos.
Eso era todo.
Dolor por dolor.
jueves, 18 de marzo de 2021
Poemas escondidos: "Capitalismo", de Gracia Aguilar Almendros por Lucía Pardines
Gracia Aguilar Almendros |
Capitalismo
Masa, relleno, masa,
masa, relleno, masa.
Ciento ochenta rollitos
de primavera.
Un día entero de trabajo,
a cuatro con cincuenta euros la hora.
Reservas de rollitos
artesanales
para semanas.
Masa, relleno, masa,
masa, relleno, masa,
ritmo, obsesiones.
Y los versos salvándome,
los poemas que acuden
a mi cabeza,
la palabra árbol,
pájaro, luz, azul.
Otra cadencia,
saber que existe,
respirar hondo
y pasar al siguiente.
jueves, 11 de marzo de 2021
Poemas escondidos: "Te llaman, las llamas y juntas jugáis junto al río y arañáis la tierra", de Luisa Pastor, comentado por Blanca García y Elena Torregrosa
Luisa Pastor |
Luisa Pastor es una escritora oriolana nacida en 1974. Además de ser escritora, es profesora de Lengua Castellana y Literatura en Enseñanza Secundaria, licenciada en Filología Hispánica y directora del grupo de poesía escénica y audiovisual “Auralaria” , el cual ella misma fundó junto a Álvaro Giménez en el año 2009. Luisa ha sido premiada en varias ocasiones y en distintos lugares por sus expresivos poemas, destacando el premio Voces nuevas (2013), convocado por la editorial madrileña Torremozas. Recientemente, en el año 2020, ha publicado su primer poemario, Las rosas terminan, que inaugura también la editorial que lleva el nombre de su asociación, Auralaria ediciones.
Para Blanca García, en este poema, Luisa expresa cómo son las mujeres de su casta, es decir, su linaje. Habla de ellas cómo mujeres poderosas y que se apoyan entre ellas, que nadie les dice lo que tienen que hacer o cómo actuar. Ellas se muestran fuertes, pero como todas las personas también lloran, y eso no las hace débiles, sino humanas. Además, habla sobre un lugar que tienen en común, en el que han pasado mucho tiempo desde que eran jóvenes, dando a entender que en ese lugar se sienten ellas mismas y se olvidan de todo. No necesitan más que a ellas mismas para "pisar fuerte" allá por donde van.
Por su parte, para Elena Torregrosa, el poema resulta hermoso y emotivo, ya que Luisa quiere rendir un homenaje a las mujeres que la rodean y afirma que son mujeres valientes e independientes, que aunque tengan momentos de debilidad, no se dan por vencidas y luchan hasta el final. Luisa hace uso de distintos paralelismos, y cuenta también, a través de una metáfora en la décima estrofa, que procede de familia y hogar humilde que recuerda con mucho cariño. Apenas hay versos que rimen entre sí, y estos tampoco tienen un número específico de sílabas, por lo que emplea el versolibrismo.
Leopoldo Panero
TE LLAMAN Y LAS LLAMAS Y JUNTAS
JUGÁIS JUNTO AL RÍO Y ARAÑÁIS LA TIERRA
Vengo de una casta de mujeres fuertes y solitarias.
Las mujeres de mi casta no hablan bajito,
duermen poco y mueren solas.
Acaban sus días atadas a la vieja encina.
Replegadas en sí mismas, se dejan ir sin estridencias.
Son sus últimos murmullos signos de un extraño
idioma.
Las mujeres de mi casta dan besos al aire,
lloran cuando ríen, y a veces perdonan.
Cuando beben,
se ponen tristes, melancólicas,
pero de un solo impulso se levantan
como si jamás hubiesen
derramado una lágrima.
Las mujeres de mi casta miran de frente,
no saben de cálculos, solo de emociones y pasos
perdidos.
Recuerdan los amores y los días,
miran con añoranza las cumbres lejanas,
pero nunca se dejan derrotar
las mujeres de mi casta.
En estancias vacías oímos ecos que nadie más puede
oír.
Y lloramos ante el muro,
y contamos con el silencio,
que - quién sabe por qué- nos reconforta.
Las mujeres de mi casta olvidan su memoria,
buscan siempre algo en sus bolsillos,
pero apenas encuentran un nombre
en los dobladillos de su delantal.
Siempre detrás de palabras,
siempre en la orilla opuesta,
visitando el lugar preciso,
donde el barro está removido
y nos aguarda.
Ahí hemos estado jugando desde niñas,
por eso nunca abandonaremos ese trozo de tierra,
esa ribera nos pertenece,
la delimitamos con nuestras pequeñas manos.
En el hoyo profundo, los vestidos de nuestra infancia,
nuestro vestido rosa con lunares blancos,
nuestro vestido de vuelo bajo la llanura arañada
como los deshechos de una bandera.
Las mujeres de mi casta
marcan su paso por el mundo
sobre ese trozo de tierra
con unas pocas ramitas,
traídas por el viento
desde la espesura
por donde un día
caminaban a solas
bajo el sol de invierno