SUEÑOS DE UN HOMBRE MUERTO
Recuerdo cuando aún era un niño que felizmente soñaba con la adultez. Soñaba con una casa bonita, comprada con el sueldo de un trabajo apacible, en la que sería libre e independiente; soñaba con ser tan fuerte que nada pudiera dañarme; soñaba con tener una vida lo más tranquila y pacífica posible, y mientras lo hacía, mis ojos inocentes brillaban llenos de vida. Poco a poco, ese brillo se fue desvaneciendo hasta no quedar nada, hasta ser los ojos del muerto que soy ahora. He descubierto la dura y cruel verdad: que siempre estaré encadenado a los deseos de aquellos más poderosos que yo, quienes no repararán en hacerme miserable para su propio beneficio, exprimiéndome hasta que solo quede mi yo actual, vacío y dependiente de otros. Camino sumido en la tristeza por un sendero cada vez más estrecho, hasta poder encontrar mi consuelo en los brazos de la muerte.
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