Elia Saneleuterio |
Elia Saneleuterio es doctora en Literatura Española, licenciada en Filología Hispánica, maestra en Educación Infantil y máster en Investigación en Didácticas Específicas, especialidad de Didáctica de la Lengua y la Literatura.
Elia Saneleuterio |
Begoña M. Rueda |
Como intento por hacer justicia a esta figura, compartimos un vídeo sobre su labor filológica y literaria, así como el enlace en el que se puede consultar toda la obra de Adolfo Lizón, digitalizada por la Biblioteca Pública Fernando de Loaces.
Del mismo modo, este jueves 15 de abril, a las 19:30 h. en la Biblioteca Pública María Moliner se presentará el libro Adolfo Lizón y los de su tiempo, que ha sido editado por la Fundación Cultural "Miguel Hernández" y que contará con la presencia de la hija de Adolfo Lizón, Dña. Elena Lizón - Respaut. En definitiva, una oportunidad para conocer la labor de dos figuras literarias cuyo trabajo se centró en Orihuela.
Vídeo sobre exposición de Adolfo Lizón
Acceso a la obra completa digitalizada de Adolfo Lizón en la Biblioteca Fernando de Loaces
Ha recibido diversos premios literarios entre los que destacan el Premio Hiperión 2006 ex aequo con David Leo García, el VII Premio Nacional de Poesía Joven Félix Grande.
Uno de los poemas más conocidos de Ben Clark es "El fin último de la (mala) literatura", publicado originalmente en La mezcla confusa (2011) y que se viralizó a finales de 2011, alcanzando una gran difusión en redes sociales. Entre 2002 y 2012 mantuvo una columna semanal en catalán en el Diario de Ibiza y ha colaborado con entrevistas y artículos para otros medios como El Mundo, La Vanguardia o El País. Ha traducido a los poetas Anne Sexton, Stephen Dunn y Edward Thomas, y al narrador estadounidense George Saunders. Su obra aparece en diversos recuentos y antologías de la poesía reciente.
HIJOS DE LA BONANZA
«Hijos de la bonanza», nos llamaban.
Los que no conocieron ni la hambruna
ni las agudas larvas de estridencia
chillando en el oído por las bombas.
Y cuando nuestras piernas, tan delgadas,
caían y sangraban porque el parque
era de un hormigón armado y frío,
se quedaban callados, observando
nuestro llanto con un gesto de sorna.
Debíamos vivir y dar las gracias
por la ocre rozadura en la garganta
que provocaba el aire al refugiarse.
Agradecer las flechas de las nubes
y que un fango lechoso a nuestros pies
–en un último gesto agonizante–
le mordiera las botas al progreso.
¿Y cómo agradecerles la alegría?
La risa provocada por los hombres
inocentes del mar
cuando se encaminaban hacia el río
dispuestos a bañarse entre excrementos.
También estaba el tedio
de tener que explicarles a los niños
palabras como pueblo indio, oso
pardo, ballena azul o lince ibérico.
Pero esto eran minucias, sacrificios
en nada comparables al sufrido
por aquellos que ahora nos decían
hijos de nuestra sangre, tan severos.
Aunque, a veces, es cierto, no fue fácil,
simplemente intentamos ir viviendo.
Haciendo caso omiso a los escrúpulos,
al vacío que moraba en nosotros,
hijos de la bonanza;
los hijos de los hijos de la ira,
herederos de todos los despojos.
Para Ana López, el poema le transmite tristeza, por las referencias a la miseria por la guerra y el hambre. Para ellos la pobreza era tener que bañarse en excrementos por no tener recursos para poder tener agua o comida, o tener que explicarle a sus hijos palabras que no sabían por no tener escuelas o personas que les enseñaran.
Constantino Molina |
Qué bellos se mantienen
viviendo sin cuidados, sin podar,
estos almendros
que el olvido ha cargado
de nuevas ramas.
Van creciendo al azar, desatendidas
de la mano del hombre.
Crecen en el desorden armonioso
de la naturaleza,
en búsqueda perpetua tras la vida
y nunca cesan. Crecen
y crecen estas ramas
sembradas como están de alados pájaros,
y la hoja quiere ser ala que vuela
con el aire metido entre sus pliegues,
y con él se deja ir en el otoño.
Qué bellos se mantienen
estos almendros.
Y, sin embargo,
qué inquietante saber que la belleza
que ahora se les concede
es también la condena
de entregarse a una vida más efímera.
Para Trino, este poema trata sobre algo que las personas han descuidado, los almendros, ya que después de dar flor y fruto se quedan secos o por otra parte se le puede referir a la primavera porque en esta época los árboles que no se cuidan crecen sin cesar. El poema le ha parecido difícil de entender, aunque no por ello, le ha dejado de parecer bonito.
Por su parte, para Roberta, es un poema que le transmite sentimiento de empoderación e independencia ya que habla de unos almendros los cuales no son cuidados y aun así siguen creciendo y viéndose bellos, lo que le hace sentir que a pesar del descuido, ellos siguen creciendo independientemente.