Liberación
Le
ofrecí una taza de café junto a unos mantecados. Juraría que no ha
tomado nada en mucho tiempo. Se veía pálido, pero ni siquiera hizo
el amago de tocarlos.
El
silencio que inundaba la sala se vio interrumpido por los gritos de
la calle. Ninguno comentó nada. Sus ojos estudiaban cada uno de mis
movimientos como si no se fiara de mí. Mi corazón latía
desenfrenado.
Él
se acercó a mí lentamente y no hice nada para detenerle.
Estaba
cansada de luchar. Ellos habían conquistado el mundo.
Me
quité el pañuelo del cuello y cerré los ojos.
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