Massuarce
Ya
no había esperanza, estaba todo acabado, negro, sin vida. El Mal se
había apoderado de todas las almas vivas, y yo como un cobarde
estaba dentro de mi cúpula ennegrecida por el hollín que emanaban
los volcanes, quedándome sin aire para respirar. En la cúpula todo
pasaba más lento, podría llevar años ahí dentro y para mí no
habían sido más que míseras horas. Ya cansado de esperar a nada
empecé a romper la cúpula a puñetazos. Aún, en mi cabeza,
retumbaban los gritos de los infelices que suplicaban que les dejase
entrar. Logré salir al árido exterior, al instante, el Mal me
atravesó de lado a lado y morí desangrado en la nieve. Pero no del
todo, mi alma sigue tan viva como antaño y si este relato ha llegado
a tus manos, la oscuridad habrá acabado
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