La
última oportunidad
Creo que lo peor del coma no es estar en coma,
sino no poder decir que eres consciente de ello.
Esa impotencia me estaba matando y me causaba más
daño que la propia enfermedad.
Hacía dos años que pasaba el día acostada en una
incómoda cama, pensando en todo lo que pueda pensar una chica de 16 años.
Mis padres venían a verme cada tarde e intentaban
animarme. Por el contrario, los médicos no tenían esperanza alguna en mí y en
pocas semanas me desconectarían.
Recuerdo como una de esas tardes mi madre dijo
entre lágrimas: es la última oportunidad. Tenía razón, era la última
oportunidad para abrazar, hacer reír, disfrutar… Era la última oportunidad para
poder vivir. Por ello, puse todas mis fuerzas y lo desee como nadie antes había
deseado nada.
Al cabo de dos meses, para sorpresa de todos, me
desperté.
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