El rincón de los lectores del IES Gabriel Miró

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viernes, 5 de febrero de 2016

CATEGORÍA C

MENCIÓN ESPECIAL, para el microrrelato, Día Cristal, de Carmen Marco de 1º Bach

Hoy venía con la idea de soñar, de opinar, de vivir. Pero de repente se te desmorona todo, lo que se suponía que habías superado se te acumula. Lo que habías conseguido se destruye ya que la pesadilla que estás viviendo es mayor a todos los sueños y objetivos logrados. Estos se rompen como cuando una piedra golpea un cristal y es imposible volver a reconstruir.
Hoy ha sido un día de esos, un día cristal.
Pero al fin y al cabo por muy grande que sea la piedra siempre va a haber alguien que te ayude a recomponerlo, a volver a ponerte en tu camino e intentar que no te pierdas.
Eso sí no todo el mundo va a estar dispuesto a ayudarte. Por eso hoy he decidido vivir sin ti, con un agujero en mi cristal que servirá para que entre un poco de aire en mi vida.


SEGUNDO PREMIO, para el microrrelato Segundas oportunidades, de Sara Menárguez, de 1º Bach

Se encontraba a doce pisos de altura de su fin, todo se iría en ese momento, lo que había hecho y lo que tenía planeado hacer. Esa lista de países que quería visitar, esa casa de dos plantas con piscina con la que soñaba desde niño, esos partidos de fútbol de los sábados. Todo. Se puede esfumar en un abrir y cerrar de ojos. Había cometido muchos errores, sí, pero todo el mundo se merece una segunda oportunidad, esto no debe suponer el fin. Su vida se encontraba en un túnel, demasiado largo y oscuro, pero con luz al final del trayecto. Pero él eligió el camino fácil, tomó la primera salida de emergencia, y saltó.

Mientras caía le dio tiempo a recapacitar, y el último pensamiento que cruzó su mente fue el de volver al túnel.

PRIMER PREMIO, para el microrrelato Veo, Veo de Sandra Dols Menargues, de 2º Bach

Robb odiaba el trabajo de su padre. Se levantaba a las siete, volvía por la noche. Se había perdido carnavales y cumpleaños. Decidió que no se lo perdonaría. Hasta que el hombre prometió llevarlo al zoo.
Padre e hijo subieron a su coche sábado por la mañana, les esperaba un camino largo y tortuoso a través de las montañas. Demasiado largo para el gusto de Robb.
Papá, ¿podemos jugar a algo?
¿No ves que estoy conduciendo? Más tarde.
El niño suspiró. El hombre lo escuchó. La infancia de su único hijo se escapaba, y él no había tenido tiempo para disfrutarla.
Está bien –decidió el padre–. Veo veo.
¿Qué ves?
No llegó a saberlo. Su padre dio un volantazo hacia la derecha. Robb se hizo daño en la cabeza, tanto que tuvo que dormirse para olvidar el dolor.
Lo que ninguno de ellos vio, fue aquella curva.

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