Hoy
venía con la idea de soñar, de opinar, de vivir. Pero de repente se
te desmorona todo, lo que se suponía que habías superado se te
acumula. Lo que habías conseguido se destruye ya que la pesadilla
que estás viviendo es mayor a todos los sueños y objetivos
logrados. Estos se rompen como cuando una piedra golpea un cristal y
es imposible volver a reconstruir.
Hoy
ha sido un día de esos, un día cristal.
Pero
al fin y al cabo por muy grande que sea la piedra siempre va a haber
alguien que te ayude a recomponerlo, a volver a ponerte en tu camino
e intentar que no te pierdas.
Eso
sí no todo el mundo va a estar dispuesto a ayudarte. Por eso hoy he
decidido vivir sin ti, con un agujero en mi cristal que servirá para
que entre un poco de aire en mi vida.
SEGUNDO PREMIO, para el microrrelato Segundas oportunidades, de Sara Menárguez, de 1º Bach
Se encontraba a doce
pisos de altura de su fin, todo se iría en ese momento, lo que había
hecho y lo que tenía planeado hacer. Esa lista de países que quería
visitar, esa casa de dos plantas con piscina con la que soñaba desde
niño, esos partidos de fútbol de los sábados. Todo. Se puede
esfumar en un abrir y cerrar de ojos. Había cometido muchos errores,
sí, pero todo el mundo se merece una segunda oportunidad, esto no
debe suponer el fin. Su vida se encontraba en un túnel, demasiado
largo y oscuro, pero con luz al final del trayecto. Pero él eligió
el camino fácil, tomó la primera salida de emergencia, y saltó.
Mientras caía le dio
tiempo a recapacitar, y el último pensamiento que cruzó su mente
fue el de volver al túnel.
PRIMER PREMIO, para el microrrelato Veo, Veo de Sandra Dols Menargues, de 2º Bach
Robb
odiaba el trabajo de su padre. Se levantaba a las siete, volvía por
la noche. Se había perdido carnavales y cumpleaños. Decidió que no
se lo perdonaría. Hasta que el hombre prometió llevarlo al zoo.
Padre
e hijo subieron a su coche sábado por la mañana, les esperaba un
camino largo y tortuoso a través de las montañas. Demasiado largo
para el gusto de Robb.
–Papá,
¿podemos jugar a algo?
–¿No
ves que estoy conduciendo? Más tarde.
El
niño suspiró. El hombre lo escuchó. La infancia de su único hijo
se escapaba, y él no había tenido tiempo para disfrutarla.
–Está
bien –decidió el padre–. Veo veo.
–¿Qué
ves?
No
llegó a saberlo. Su padre dio un volantazo hacia la derecha. Robb se
hizo daño en la cabeza, tanto que tuvo que dormirse para olvidar el
dolor.
Lo
que ninguno de ellos vio, fue aquella curva.
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