Cajas
El
que espera desespera, o eso dicen. No fue así en mi caso, ya que las plazas del
Rabaloche están muy vivas. Esperaba a mi prima cuando vi a un niño descalzo y
sin camiseta jugando con una caja. Se metía en ella, la tiraba, la buscaba con
las manos. La buscaba.
Me
di cuenta que el niño estaba ciego, cuando tropezó con la caja. Se levantó ipso facto, riendo, siempre riendo ¡Hay
qué ver lo feliz que pueden ser los niños con tan poco!
Ya
volvían sus padres, uno por cada esquina de la plaza, subiendo las escaleras
pausadamente, se notaba el cansancio. La madre con uniforme de chacha, el
padre, con pinta de jornalero y una nevera en la mano. Este último cogió al
niño en brazos, que estalló de alegría al tocar su piel. Riendo, siempre
riendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario