11:11
Me
tocó, me tocó por detrás, su mano en mi hombro, como había
esperado desde hace tanto tiempo en aquella estación de tren. Todos
los recuerdos volvieron a mí. Habían pasado dos años,
probablemente ella no sería la misma ni yo tampoco, pero para mí
nada había cambiado. Me di la vuelta muy despacio, intentando
mantener ese instante el máximo tiempo posible.
-Disculpe,
¿tiene hora?
-Las
11:11, como siempre.
-¿Cómo
dice?
No
me dolió, no me dolió que no me reconociera. Séptima persona que
confundía, novena caricia y septingentésima trigésima melancolía.
No me dolió porque nunca había regresado a por mí. Y sí, eran de
nuevo las 11:11. Quizás las primeras 11:11 de dejar de mirar su
andén y subir a aquel tren que lleva dos años esperándome a mí.
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