El lugar en el que vivimos siempre ha generado al ser humano reflexiones y cuestiones que se han ido planteando desde los tiempos más ancestrales de la humanidad. Como ejemplo, la palabra que hoy nos regala D. Javier Murcia: Cosmos. Con su etimología, podremos comprender el origen de este nombre y de otros términos asociados a él como Caos. Asomaos a este acantilado y disfrutad de las vistas.
Cosmos
La palabra “cosmos” procede de la palabra griega Κόσμος que
significaba en su origen simplemente “orden” o adorno”; esta primera acepción
se conservó en griego a lo largo de toda su historia y ha pasado a nuestro
idioma en algunas palabras como el nombre propio Cosme (llegó al
castellano medieval procedente de Francia) y Cosmética (que es el arte
de adornarse y, por tanto, de embellecerse). Dicen que fue Pitágoras el primero
que llamó al universo en su conjunto “cosmos”; pero esta acepción se encuentra
por primera vez en un fragmento de Heráclito: “Este cosmos no lo ha creado
ninguno de los dioses ni de los hombres, sino que ha existido, existe y
existirá siempre”. Este cambio semántico se explica porque los griegos
entendían el universo como algo que seguía un orden que podía ser entendido y
explicado; no era el mero capricho de un dios.
Sobre la palabra “cosmos” entendida como universo o mundo se
creó la palabra “cosmopolita” que ha tenido mucha difusión; estaba
formada por composición con la palabra πολίτης “ciudadano”; parece que fue el
filósofo griego Diógenes (404-323 a.C.) quien la usó por primera vez. Cuando le
preguntaron de dónde era, el filósofo simplemente respondió: “cosmopolita”, es
decir, “ciudadano del mundo”, superando las limitadas fronteras de la polis.
Frente al orden se encontraba el “caos” procedente de la
palabra griega Χάος. Esta palabra ya aparece en una obra del poeta griego
Hesíodo que describe el origen del mundo y significaba literalmente en griego
“bostezo” e indicaba ese gran espacio vacío de los comienzos. Los romanos
escribieron chaos transcribiendo la χ
(que era una fonema oclusivo velar aspirado que ellos no tenían) con el dígrafo
{ch}. Al pasar al español este tipo de palabras perdió la {h} aunque grafías
latinizantes fueron frecuentes hasta comienzos del siglo XIX cuando la Real
Academia instituyó la norma según la cual el fonema /k/ se escribe siempre {qu}
delante de timbre /e/, /i/ y {c} en los demás casos.
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