Ya no se oyen ruidos provocados por excesos de carácter. Tan sólo con recordarlo mi mente se enturbiaba. Me empieza a empapar un sudor frío, helado, con capacidad de petrificar a cualquiera. La sensación de estar encerrada está acabando conmigo. Dudo si salir sería mejor opción. Ahorraría el sufrimiento de no saber de mi porvenir, pero dudo encontrar valentía suficiente para hacerlo. Me levanto con tanto cuidado que parezco una marioneta a la que suavemente mueven, pero ni aun así consigo que los muelles de mi viejo colchón no hagan ruido. Con el temblor que llevaba a mi mano trato de abrir la puerta. El picaporte se resiste haciendo que los segundos parezcan horas. Una vez abierta miro hacia la izquierda. Nada. Lo mismo que a la derecha. Hora de escapar, pero de repente… ¿Dónde te crees que vas? ¡Mamá, déjame salir, que tampoco me he portado tan mal!
No hay comentarios:
Publicar un comentario