El rincón de los lectores del IES Gabriel Miró

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jueves, 4 de marzo de 2021

Poemas escondidos: "Anquises", de Olga Novo, por Clara Albaladejo y Andrea Meseguer


Olga Novo
 Olga Novo (Vilarmao, Puebla del Brollón, Lugo, 1975) es una poeta, ensayista y doctora en Filología Gallega por la Universidad de Santiago de Compostela. Fue lectora de gallego en la Universidad de la Alta Bretaña en Rennes y actualmente ejerce como profesora de Lengua Gallega y Literatura en el IES A Pinguela, en Monforte de Lemos. Como poeta se dio a conocer a través de tres poemarios de gran torrente vivencial, fuerza expresiva, hondura telúrica y sensualidad erótica: A teta sobre o sol (1996); Nós nus (1997); A cousa vermella (2004)

En 2019 publicó Feliz idade, con el que ha obtenido el Premio Nacional de Poesía.

Para Andrea, el poema presenta muchas metáforas, recurso que hace que este sea más armonioso y se exprese más claramente el sentimiento que quiere transmitir la autora. Podemos ver que está dirigido a su figura paterna, enfermo o ya muy mayor, y por eso utiliza versos como “porque intentas huir de tu vejez como de una guerra ancestral”. Transmite tristeza ya que trata un tema duro para ella, contemplar cómo su padre, poco a poco se va yendo y olvidando.

Clara, por su parte, resalta la comparación con el personaje mitológico de Eneas y el miedo e incertidumbre que, como este, siente la autora al ver a su padre enfermo. Ello le produce una sensación de tristeza e impotencia que se refleja a lo largo de todo el poema.


ANQUISES

Arrastras los pies papá

te llevo con mis ojos a la espalda

porque intentas huir de la vejez como de una guerra ancestral

te subo a mis vértebras

combadas por el peso

arrastras los pies pero yo puedo contigo

y te llevo a la espalda

hasta el final de la vida.


Arrastras el lenguaje y no acude

a tu memoria un verbo

que anidaba en la parte izquierda de tu cerebro y yo

completo tu frase con la palabra arar querer cavar tractor 

o mariposa  arrastras


la mente hacia el pasado

solo recuerdas aquella feria de 1952

cuando de tanto andar tus bueyes

perdieron en el monte sus pezuñas volviendo de Pedrafita

sus pies sangrando en el río

su cornamenta aún se abre en alguna de tus neuronas

y vuelves a ser un tratante de ganado cuarenta años después.


No sé hasta cuándo recordarás mi nombre

y sabrás aún que soy tu hija.

Desconozco cómo se enroscan las terminaciones nerviosas

y se crispan y a veces encuentran una luz silábica

que les indica el camino.

Cómo es que de repente no sabes tal vez

que había que poner un pie después el otro

para poder soñar

y que si rodeas a una mujer con los brazos eso es amor

y todo lo demás

desaparece.


Porque así de sencillo es el universo.

Como el pequeño lexema al que te agarras alguna tarde

como si fuera el mango de una guadaña.

que fuiste un orador en medio del campo ante un público estupefacto

de cuervos grillos topos libélulas y ovejas

que tenías la intuición del poema en la punta de la lengua

y te explotaba en el paladar como un higo maduro

carnoso exacto y brutal.

Que sabías que en nuestro idioma se acuesta el trigo

ante una orden del viento

que la rama de las patatas arde

que existen cosas tan finas

como la lengua de una gallina…


y sólo recuerdas aquella feria de 1952

cuando de tanto andar tus bueyes

perdieron en el monte sus pezuñas volviendo de Pedrafita


Papá

cómo será

cuando se te despalatalicen las consonantes

y veas llover desde dentro sin entender el agua

y remuevas la lengua hasta encontrar la forma más adecuada

y sonríes porque sabes

que todavía no has caído

definitivamente

en la curva melódica del silencio.


Recuerdas

con toda exactitud

que mamaste hasta los cinco años en los pechos de tu madre Benigna

que parió dieciséis hijos en el último cuarto de la casa

agarrada al cabecero de la cama rezándole a algún santo

rompiendo todas las aguas como quien hace añicos el mar…


Yo creo que tus ojos la ven

abiertos al más allá

cuando te quedas absorto y nadie alcanza a saber

en qué dimensión de la maravilla se ha posado tu cerebro

como las pequeñas patas de un petirrojo

sobre la rama de un peral.


Igual ves la nieve por dentro

la estructura molecular del amor

las partículas de un beso cuando se está formando en la carne de los labios

 y el aire

igual ves

la energía

y no encuentras en el abecedario

herramientas para lo inefable

y por eso callas o le llamas cuchara a la lámpara

y te trabas en medio de la oración simple

y comienzas a hablar hermosamente poniendo por delante la subordinada.


Porque al fin

papá

te diriges a mí sin orden en tus órdenes

y deshaces la sintaxis igual que desgranabas habas

y todo cobra el sentido profundo de cuanto no tiene lógica

ni está sometido a nada.


Igual ves la nieve por dentro

igual entiendes la sombra

y eres capaz de calcular el radio de una pasión

aunque el resultado no pueda comunicarse

más que a través de la piel.


Igual ves cómo viene a cantar el poema en el caracol del oído

y ves cómo resbala de su pico ese polvo dorado

a caerme en el tímpano

cuando empiezo a llorar con la emoción de la escritura.


Igual ves cómo se me encoge el alma

cuando se encoge la tuya.


Igual ves cómo viene a cantar el poema en el caracol del oído

y ves cómo resbala de su pico ese polvo dorado

a caerme en el tímpano

cuando empiezo a llorar con la emoción escrita

y tú solo recuerdas aquella feria de 1952

cuando de tanto andar tus bueyes

perdieron en el monte sus pezuñas

volviendo de Pedrafita.


                                                                                                    Del poemario Feliz idade.


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