No puedo parar de escucharla. Mi madre, está… Feliz. Lo noto en sus ojos. Suena tan bien su piano… Todo lo que sé, lo aprendí de ella. Y entonces me mira, y me dice:
“Esta la escribí para ti” Y yo me dejo llevar por su música. Por todos y cada uno de los acordes que forman mi canción. Cuando mamá termina de tocar, se levanta, me abraza y me susurra al oído: La próxima vez que me visites, te la enseñaré y la tocaremos juntas. No lo puedo evitar. Se me escapa una lágrima y vuelvo a abrazarla. Entonces una oscuridad potente se apodera de todo y veo como el piano, la partitura e incluso mi madre se desvanecen poco a poco. Y yo corro. Corro hacia ella, y grito todo lo fuerte
que puedo que la quiero, que vuelva, que no sé vivir sin ella.
“Esta la escribí para ti” Y yo me dejo llevar por su música. Por todos y cada uno de los acordes que forman mi canción. Cuando mamá termina de tocar, se levanta, me abraza y me susurra al oído: La próxima vez que me visites, te la enseñaré y la tocaremos juntas. No lo puedo evitar. Se me escapa una lágrima y vuelvo a abrazarla. Entonces una oscuridad potente se apodera de todo y veo como el piano, la partitura e incluso mi madre se desvanecen poco a poco. Y yo corro. Corro hacia ella, y grito todo lo fuerte
que puedo que la quiero, que vuelva, que no sé vivir sin ella.
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